Sin título
1972, gouache sobre papel
Su vecina creía que ella tenía poderes maléficos. Los objetos caían, cambiaban de sitio, el espejo se rompió en mil pedazos. Algunas personas cercanas, resbalaban, enfermaban y casi rozaban la línea de la muerte. Inexplicablemente, las posibles desgracias nunca se cumplían, retrocedían los males, todo volvía a su lugar de origen. Cuando entró en su casa, no encontró el puño dorado con el lacito rojo, había desaparecido.
2 comentarios:
Haberlas hailas
Alberto,puede que sí...a ver si dejan de caerse las cosas...incienso, velas..(verguenza me dá escribir esto)Beso mágico.
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