María nota como sus músculos se resisten a despertar, apenas puede moverse, necesita el agua tibia que la espabile mientras la nube implacable cubre totalmente su terraza desdibujando el contorno de las hojas, de las flores, del ala del pájaro que se refugia en los huecos de la fachada, tampoco se atreve a salir la lagartija adicta al sol; sólo las luces borrosas de los coches ponen un punto de luz sobre el asfalto humedecido; y ella, estirándose despacio en la cama empieza a pensar si no se estará muriendo, que esa humedad cruel no deja de fastidiarla, que marzo debería adelantarse porque la primavera siempre la salvó de caer dentro de un túnel de desesperanza.
Niebla
Ana Peters
1998
óleo sobre lienzo
2 comentarios:
La niebla y la melancolía parecen ir de la mano. Todo se difumina cuando ella baja, todo excepto esa tristeza sorda que nos envuelve.
Muy evocador el texto.
Un abrazo.
Gracias Isabel,hoy hay nieve allá, a lo lejos, en la montaña, provocando otro tipo de sentimientos, la naturaleza apoderándose de nuestra alma.Abrazo.
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