1981, óleo sobre cobre
Salvador Dalí
Museo nacional Centro de
Arte Reina Sofía
Se acercó a la puerta de la habitación con una bayeta en la mano para decirle que se alegraba muchísimo de verle, que hacía tiempo que no sabía nada de él; sus ojos delataban el arrobamiento que le producía cuando él le preguntó si ahora era morena; ella le dijo que no, que nunca había sido rubia, que las canas le obligaban y que el color más parecido al suyo era éste."Pues te queda muy bien", dijo él."La gente me decía que si era francesa", dijo ella sin dejar de mirarlo."Pues eso, que no sabes lo que me alegro de verte", repitió ella."Yo también", dijo él, con una expresión distinta, más seca y tímida.
En el piso de arriba el casero, su marido, preparaba una factura en un despacho cutre atendiendo a sus clientes con cierta chulería. La llamó con urgencia y una voz desagradable.
Ella se despidió diciendo que la crisis se notaba y de nuevo le repitió que se alegraba de verle.
En su interior el cliente pensaba que siempre le había gustado a esa chica y que su marido era un gilipollas.
En el piso de arriba el casero, su marido, preparaba una factura en un despacho cutre atendiendo a sus clientes con cierta chulería. La llamó con urgencia y una voz desagradable.
Ella se despidió diciendo que la crisis se notaba y de nuevo le repitió que se alegraba de verle.
En su interior el cliente pensaba que siempre le había gustado a esa chica y que su marido era un gilipollas.
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