Al fondo siempre, nuestro querido Cabo, observando el otro compás de la vida.
El "castillo" seguía allí, azotado por el viento.
A pesar del implacable sol y del viento que ese día estaba particularmente tormentoso, el cielo
lucía sus mejores galas.
.
Ahí están, erguidas, estilizadas tras el ataque del picudo y el inclemente viento de levante, rompiendo su traje marrón el azul del cielo, resistiendo.
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