marrón
Antoni Tápies
1966
En sus idas y venidas el agua salada los besaba furtivamente. La vecina, asombrada, los miró con envidia cuando una tarde se presentaron adornados con piedrecillas de colores. Su perro los seguía como un escolta cuando su dueña pisaba el césped. La arena agradeció el contacto suave al hundirse en ella y hasta el asfalto se refrescó cuando con una agilidad asombrosa para su edad, lo rozó camino de la playa.Todas las miradas se volvieron hacia ellos al pisar el primer escalón del chiringuito."A sus pies señora". Dijo el camarero sin atreverse a mirar su rostro envejecido.
2 comentarios:
Buen elogio a los pies, esos olvidados pero imprescindibles.Como lo cuentas casi pueden parecer bonitos, con lo feos que son casi siempre.Besos.
Pues estos son precioso te diré de quién son y te sorprenderás.Abrazo.
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