viernes, 13 de mayo de 2011

Encuentro

Galgo
Salvador Dalí
1938
lápiz sobre
papel

Destacaba sobre el asfalto sucio y gris un pañuelo rojo rodeando el cuello de aquel ser delgado, con las costillas casi al aire de lo transparente de su piel, ojos tristes y maneras asustadizas, de hecho, el galgo, se escondió atemorizado tras aquel ángel con mono azul y sonrisa permanente cuando advirtió mi mirada. Su pelo estaba más canoso y había ganado unos kilos pero sus brazos seguían siendo cálidos y fuertes, lo noté cuando me dio un abrazo de esos totalmente sinceros que nunca se olvidan y me confesó con un poco de vergüenza que me quería mucho. Recordé su regalo, una vieja cinta grabada con el concierto para clarinete de Mozart, su obra preferida y añorada de cuando aprendió a tocar este instrumento que tantas satisfacciones le había dado, tantas como todos sus hijos, su mujer, sus animales; decía que en su casa todo se multiplicaba. Siempre risueño comentaba que él solo comía una vez al día como los perros, por eso de ahorrar. Me alejé de allí con prisa reprimiendo una lágrima de alegría. Allí se quedó él abriendo sus alas lentamente, con cautela, para que el perro no se asustara.

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