The veil
Fernand Khnopff
1890
Tras la cortina de tul negro escondía su rabia, intentaba no gritar; con los ojos casi totalmente rojos reprimió un grito de desesperación cuando vio pasar aquella cabeza casi perfecta, de cabello largo, sedoso, adornada por una tela transparente de un blanco puro y una sonrisa constante. Sentada en su carroza junto a su apuesto príncipe, saludaba a la multitud que enardecida gritaba loca de felicidad, ilusionada. El chico rubio, de ojos claros sonreía con labios trémulos.
Él seguía allí, escondido, recordando la sangre derramada sobre sus manos, tan fuertes y seguras. Siempre le atrajo ese tejido, tanto, que nunca se resistió a abalanzarse sobre las bellas doncellas que a menudo lo lucían. Cuando sus dedos estaban débiles, usaba la espada, más contundente y certera. Rodaban entonces cabezas adornadas por hermosas cabelleras de todos los colores, rubias, morenas, castañas, pelirrojas, ensortijadas o lisas,.mientras las víctimas, de todas las razas posibles con un gesto de dolor emitían su último suspiro.
Pasó la carroza con el alegre sonido del cascabel y el trote de los caballos.
Corrió la tela lentamente y ya, más tranquilo, se dirigió a su cama esperando que pasara aquel día aciago. Por la mañana, volvería a su rutina.
2 comentarios:
Interesante el texto. Tengo tu mismo formato. Mi blog recién estrenado. Te espero.
Gracias,estaba ya un poco harta de tanta apología de la boda principesca.Interesante tu blog.
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