lunes, 2 de marzo de 2009

Zigzag

La acróbata

1930, óleo sobre tela

Marc Chagall

Museo Nacional de Arte Moderno

Centro Georges Pompidou

París












De paso ligero, subía por el monte con una agilidad asombrosa a pesar de su edad; parca en palabras y gritos, conocedora de las hierbas mágicas, cordial, amable, conciliadora, valiente . El toro las miró a ella y a su hijo, interrumpiendo su paseo, se quedó quieta, se miraron; milagrosamente éste se giró desapareciendo .
La enfermedad se llevó a su marido y a su hijo. Sola, vivía sin una queja, sin un llanto compartidos.
En la apatía de la tardes de verano, allí estaba siempre, dando un toque amable y tranquilo a los juegos, gritos y travesuras de los niños.
Se fue un día, en silencio, como siempre.

1 comentario:

sigma dijo...

A veces pienso que el silencio es deseable, e incluso una buena forma de comunicarse.Hay demasiadas voces infiltradas en la memoria.