El humo se agarraba pegajosamente a la ropa, la cara, el pelo, impregnándolos de un olor acre mezclado con la música en los sótanos de tubos fluorescentes . Tú y yo bailábamos las últimas canciones, esas rendijas de aire fresco. La risa nos salvó del llanto previsible cuando tu cuerpo de alegres y extraños movimientos se escapaba del control de lo medido y calculado. Así, la suma de tanta soledad conformó casi un sentimiento amoroso, inspirador de una ilusión forzada.
2 comentarios:
El texto, misterioso, sugerente, y estupendo, como siempre.Esta versión de la negra flor no la conocía, y la verdad, me parece tan buena como la de Santiago Auserón,se te van los pies, y si te descuidas te pones a bailar.Un beso.
Hola Sigma,buscaba la de santiago Auserón pero el sonido era bastante malo,de casualidad me encontré con esta versión que me encanta.Nostalgia del Anagrama.Besos.
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