Jorge oteiza
1958
Hierro cobreado
Museo Nacional Centro
de Arte Reina Sofía
Ese patio viejo, blanco grisáceo, con tuberías ciegas, ventanas anuladas, se convirtió en testigo de los desvaríos de aquella vecina loca a la que nunca conocimos, de las discusiones a gritos de familias "bien", de ladridos de perro abandonado, del llanto de una mujer por la muerte de su marido y de su hijo, de los amores furtivos del adolescente homosexual, de las primeras caricias a escondidas, de la visión del paisaje del puerto con prismáticos desde su azotea, de los primeros cigarrillos, de la muerte de un pajarillo asfixiado por los humos del butano, de los olores a frito y a pescado asado, de la ropa goteando en los tendederos, de la caída de un ladrón con un golpe seco en Navidad. Decrépito, sigue contemplado la vida.
2 comentarios:
Ese patio que presentas es tal como la caja de Oteiza con que ilustras tu micro: lleno de respiraderos para que su óxido respire mejor. Muy bueno, por cierto.
Beso
Melancólico y conmovedor relato,patio familiar para todos, y su espacio,ahora con su imagen clara , saneada y resplandeciente reflejada en la escultura del maravilloso Oteiza.Más besos.
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