sábado, 15 de diciembre de 2012

Rocas


Posó sus pies doloridos en la arena blanda; hoy no hacía viento, el sol  iluminaba todo con agresividad, calentaba la roca escarpada que parecía morder el cielo con su negrura hecha a base del paso de los siglos. Sin presencia humana permanente, su forma extraña era el resultado de períodos de soledad solo interrumpidos por el fuerte o suave batir de las olas sobre ella, según soplara el viento.
Aquella mañana, detenido el tiempo, reinaba un silencio casi total, sólo el ruido del agua salada deslizándose en la arena brillante rompía ese estado de misterio, ajeno al ruidoso mundo que bullía unos kilómetros antes.
Sintió un poco de miedo. No estaba acostumbrada a esa grandeza visual ni a la solitaria contemplación de tanta belleza; se encogió su cuerpo entero. Un raro sentimiento de felicidad que no duraría siempre, le hizo respirar conscientemente, atrapando sus células el momento especial, repartiéndolo por toda su sangre.
Luego, partió apresurada, esa sensación excesiva podría matar su débil corazón.


 
Playa de Mónsul