miércoles, 25 de diciembre de 2013

viernes, 29 de noviembre de 2013

Centrados


El círculo situado en el centro atrae de manera especial a todos. Desde más arriba observo pequeñas figuras perdidas. Siempre posan sus pies en el mismo sitio. Como si de un imán se tratase parece dispuesto a engullirlas, pero no es así, pues asombradas por lo que contemplan huyen rápidamente hacia otros rincones menos bellos donde no se les revuelva el alma con tanta perfección, que la belleza puede desarmarlos del todo, quedando su cuerpo desvalido y vulnerable.
 
 
 
 
 



 

lunes, 18 de noviembre de 2013

Lentitud





Me deslizo tan despacio que no sé si avanzaré un palmo en este día soleado de otoño. Hoy he visto seres despistados mirando hacia arriba. Sobre todo les atraía la altura de tantos cristales juntos apuntando al cielo. Uno de ellos me ha descubierto. Temo que en un arranque de furia me estruje, me destruya, o sin querer me roce con su manga hasta caer al suelo. Nunca pensé que un ser tan pequeño como yo llamara la atención de ese círculo que todo lo ve. Puede que sea Dios.  Creo que no. Ha hecho demasiado ruido. Un clic  me ha  desconcertado,  casi me caigo, pero no, aquí sigo manteniendo el equilibrio, pegado al óxido, avanzando.

sábado, 19 de octubre de 2013

El pan de cada día


 Veo su carita redonda, enmarcada en un marco de plata, vestida la cabeza con un gorrito de cristianar blanco cremoso; tiene unos mofletes rosados, gordísimos, como si alguien los hubiese inflado; los labios, rojo cereza; en medio, dos ojos oscuros parecidos a dos aceitunas negras, brillantes, rompiendo la blancura extrema de su piel. Comentó un día su abuela, contemplado la foto que la niña parecía un bollo recién hecho, tierno, apetecible, que le hubiera gustado comérsela. Cuando murió la bisabuela, la más anciana de la familia, la niña preguntó a su madre dónde iba la gente que moría, ella contestó que al cielo. La niña, preocupada, llorosa, le dice: ¿Y en el cielo se come? La pequeña oronda y tragona sentía una especial relación con la comida. Siendo ya adolescente, en el supermercado observaba siempre si había alguna demostración de algún alimento. Allí donde veía una azafata con una bandejita ella apresuraba el paso para probar y saborear lo que ofrecía gratuitamente. Debió sufrir muchísimo por sus ansias de comer de todo, pues la moda ensalzaba a mujeres esqueléticas. A veces, la descubrieron robando a escondidas chorizo o salchichón, entonces cerraba los párpados, se hacía la tonta, apartaba la manos con rapidez como si así estuviera a salvo de su pecado.
Tuvo suerte con su primer novio, buen mozo, de familia propietaria de una fábrica de tartas, pasteles, bollos de todo tipo. En el obrador observaba embelesada el proceso de fabricación. Cuando la relación se rompió ella añoraba sus tartas más que otras dulzuras.
 Decidió un día dedicarse a lo que realmente le gustaba. Contó a todo el mundo que quería hacerse panadera. Soñaba con harinas de distinta textura y sabor, rodillos, mostradores limpísimos, donde sus manos moldearían amorosamente esas masas a las que era tan aficionada. En esto se piensa que ha salido a su abuela que siempre comenta cuando se sienta a la mesa que ella no podría vivir sin pan.
 
Naturaleza muerta con pan
Vincent van Gogh
óleo sobre lienzo

 

lunes, 23 de septiembre de 2013

Almas gemelas


Aquel tipo de traje negro mira al frente, sus ojos se iluminan. A lo lejos, ve a un hombre de mediana edad vestido de rojo, pasea con tranquilidad, admira el mar. Esta tarde el paseo marítimo está casi desierto; una mujer mayor se deja pasear por su perro; otra, hace fotos del atardecer con una pequeña cámara; hay una familia rompiendo el apacible silencio, los niños no paran de chillar, correr, los padres gritan en vano que acudan junto a ellos; un anciano cogido con fuerza a unas andaderas da pequeños pasitos,  despacio, parece una estatua, apenas se mueve.
El hombre trajeado avanza ahora más rápido, casi tropieza con el otro, se acerca tanto que le roza; con una mirada amenazante que no parece de este mundo abre los labios dejando escapar una voz cavernosa que exige una  limosna,  con su mano temblorosa exhibe la tarjeta sanitaria de salud mental que certifica su locura; sin inmutarse, el paseante le mira, saca de la cartera otra tarjeta y acercándosela para que la vea  bien le dice: “ No voy a darte nada, además, yo tengo otra como esa”.
El rostro del señor del traje enrojece, se aleja cabizbajo, avergonzado.

 
 

lunes, 24 de junio de 2013

El cielo de San Juan


Ayer, una luna espléndida, rechoncha, amarilla, se resistía a alejarse de aquel tejado al que sólo le faltaba un gato contemplándola. Un poco impresionados por esa visión tan sugerente bajamos el tono de voz antes de que ella abandonara el traje dorado que lucía; parecía querer celebrar la noche de San Juan, acercarse más a la playa cuajada de hogueras, lucir toda su hermosura antes de que una luz blanca la inundara haciéndola más pequeña e inaccesible. En vano, de nuevo miramos por si ella seguía allí vestida como antes, pero no, ahora estaba mucho más lejos, alejada ya del humo, del susurro de voces lejanas. Luego, asombrados intentábamos descifrar que eran aquellas lucecitas tenues que se desplazaban con lentitud por el cielo, haciendo un guiño  luminoso, continuo. Alguien comentó que podrían ser farolillos chinos. Se  cuenta que llevan un deseo escrito en su interior, se elevan con una pequeña llama, surcan el cielo con delicadeza para ir a morir cuando ésta  se apaga, en cualquier sitio.
No se rompió aquella calma cuando empezaron los fuegos artificiales, más lentos, más silenciosos que otros años, como si todos se hubieran puesto de acuerdo  para no molestar, ni interrumpir esa languidez contagiosa que por unas horas  se adueñó de la ciudad y de todos sus habitantes.

 
 
 
Salida de la luna sobre el mar
óleo sobre lienzo
1821
Caspar David Friedrich
 

jueves, 23 de mayo de 2013

Llamaradas


Se despertó por  el olor a tostada quemada, a plástico chamuscado. Miró por la ventana. El humo  salía de la casa del vecino ausente. Alertado y miedoso avisó a los bomberos,  a todos los vecinos, a la agente que había alquilado el piso ahora vacío. Llegó vestida con una faldita corta de color verde con volantes, un escote demasiado generoso  que dejaba asomar carne sobrante, resistente a quedar aprisionada en esa tela rojo chillón  de la camiseta. Brazos gordísimos, muslos rellenos,  tacones muy altos. Demasiado atrevida para su edad. Los labios, gordos, desproporcionados, operados, pintados de  rosa chicle brillante; los ojos enmarcados por líneas negrísimas que endurecían su mirada. Ella, seguida por todos, caminaba  segura de sí misma, moviendo su pelo  rubio de bote al ritmo del  balanceo de sus caderas. Bajaron por la escalera hasta acceder al portal.
En la calle, un hermoso grupo de bomberos esperaba órdenes, ya habían subido la manguera y puesto a funcionar un ventilador para extraer el humo. Él los miró. Sonriendo, todos miraron al mismo punto.
La agente pasó cautelosamente junto a la salida de aire;  la falda,  levantada hasta el cuello, dejó al descubierto unas  bragas blancas, grandes,  estampadas con lunares de todos los colores; la prenda oprimía el enorme culo dando mayor magnitud a sus piernas convertidas ahora en pilares, manteniéndola en pie milagrosamente.
Orgullosa de su físico, sacó pecho,  parecía más alta cuando todos los ojos posados en ella la convirtieron en  protagonista  de aquel pequeño incendio.  
 
 
Fuego en el corazón
Janet Ponce
acuarela sobre papel

lunes, 6 de mayo de 2013

Kjell Pahr Iversen en el Museo de Almería


¿Qué es el ser ante el color del mundo?

El color del mundo es mayor que el sentimiento del hombre.

¿Yo he nacido para sentir y expresar el color del mundo?

Me tachan del color del mundo. Pues, ¿qué es el mundo más

que color (luz y color, color y sombra, sombra y color)?

Cuando yo digo color, digo  espíritu.

Ante el color del mundo desaparezca todo lo demás.

Color del mundo y silencio.

 
Juan Ramón Jiménez
"El color del mundo"
 de las prosas de La colina de los chopos
 
 

 
 
 

 
 
 

 
 
 

 
 
 
 
 
 
 

 
 
 

 
 
 
 

 
 
 




 
 
 
 

viernes, 5 de abril de 2013

Desde el balcón en Laujar


Su grandeza quedó oculta tras las ramas desnudas. Se oía el canto extraño de un pájaro desconocido, invisible a sus ojos. Ya tiraron sus hojas esos árboles que seguramente en primavera renacerían milagrosamente; mientras tanto, su altura los convertía en dueños de aquel paisaje vestido todavía de invierno, aunque las  delicadas gardenias se mostraban casi lujuriosas por su color rojo, su sencillez provocativa a pesar de su poca altura casi rozando el suelo. La nieve, lejos, muestra otro misterio, el del silencio absoluto, cercano a la muerte, suavizado por un ligero resplandor blanquísimo, azulado, frío.
Contempló esa tarde la última exhibición de aquellas nubes  suaves y algodonosas. Respiró un aire tan puro, tan ajeno a su rutina que no sabía si su pecho podría  soportarlo. Cerró los ojos. Ahora entendía porque los viejos eran tan felices en aquel lugar que rozaba el cielo, hoy, ocupado por una luna rechoncha, atrevida, desafiante ante el azul salpicado de estrellas, aquellas que en la ciudad nunca se mostraban.
 

miércoles, 13 de marzo de 2013

Federico Castellón en el CAMA

 
      
 
Todo camino que conduce a la perfección es acertado, y cada artista no debe ir más que por uno de esos caminos, el suyo propio. Debe ser creador y maestro de su propio arcano.

Stefan Zweig
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 





 



 
 
 
 
 

 
 
 
 
 

martes, 19 de febrero de 2013

Una dama fastidiosa

Hoy una niebla bajísima cubre los edificios, la raya del mar ha desaparecido, todo está envuelto con un velo de misterio; las almas dormidas se resisten a levantarse, tal es el estado melancólico que como una epidemia ha traído la sigilosa dama a la ciudad.
María nota como sus músculos se resisten a despertar, apenas puede moverse, necesita el agua tibia que la espabile mientras la nube implacable cubre totalmente su terraza desdibujando el contorno de las hojas, de las flores, del ala del pájaro que se refugia en los huecos de la fachada, tampoco se atreve a salir la lagartija adicta al sol; sólo las luces borrosas de los coches ponen un punto de luz sobre el asfalto humedecido; y ella, estirándose despacio en la cama empieza a pensar si no se estará muriendo, que esa humedad cruel no deja de fastidiarla, que marzo debería adelantarse porque la primavera siempre la salvó de caer dentro de un túnel de desesperanza.
 
Niebla
Ana Peters
1998
óleo sobre lienzo
 
 

jueves, 31 de enero de 2013

Lectura


Su voz grave, tan masculina, contrastaba con las dulces palabras escritas por aquella mujer que una noche le llamó pirata; hacía pausas donde debía hacerlas envolviendo las palabras como si estuviera preparando un delicado regalo.
Era el momento preciso y perfecto para empezar a leer aquel libro abierto en un atardecer repleto de rojos  con el mar en calma.
El hombre leía como a ella le gustaría hacerlo, sin prisa, respirando correctamente,  embelesado por el hermoso lenguaje.
Ahora sintió  que él ya no le pertenecía así que en un arranque de celos le arrebató el libro de las manos para seguir ella con una lectura torpe, fea, sin sentimiento.
Su rostro avergonzado enrojeció diluyéndose entre los colores del sol moribundo de aquella tarde de enero.

 

 

domingo, 6 de enero de 2013

En el mundo del Año Nuevo, un poema de Je Chun Park

Ilustración de Park Hang-Ryul

 
 
En alguna parte del mundo donde vivimos

alguien siembra el polvo para verlo florecer

pulimenta el ladrillo para hacer una aguja, limpia  el sol

para convertirlo en un espejo, escarba  en las tinieblas

buscando un traje nuevo para el corazón

 

En alguna parte del mundo donde vivimos,

alguien encarga, también  hoy, a las aves que trasmitan las

palabras del cielo

y encarga, además , a las hierbas que expresen las palabras
 
de la tierra.
 

 

En alguna parte del mundo donde vivimos,

alguien dice, también hoy, que la luna es la luna, que  el

ciervo es el ciervo;

busca las estrellas escondidas fuera del cielo, las  islas

acurrucadas dentro de la sangre

y cuenta adecuadamente los seres vivos que aparecen y los

que desaparecen.

 

En alguna parte del mundo donde vivimos

alguien observa, también  hoy,

cómo cambiamos nuestros rostros cada día,

poniéndonos, a veces, cuatro  ojos o seis orejas o diez

lenguas.

 

En alguna parte del mundo donde vivimos,

alguien vigila, también  hoy, las esquinas

de los países del infierno, de  los demonios, de los diablos

y las bestias

e ilumina con total claridad el camino por donde vamos

corriendo hacia esas regiones.

 

En alguna parte del mundo donde vivimos,

alguien espera, también  hoy,

que los hombres vivan como hombres de bien en el Año

Nuevo

y ruega en voz alta que lo acojan como un año nuevo.