jueves, 31 de enero de 2013

Lectura


Su voz grave, tan masculina, contrastaba con las dulces palabras escritas por aquella mujer que una noche le llamó pirata; hacía pausas donde debía hacerlas envolviendo las palabras como si estuviera preparando un delicado regalo.
Era el momento preciso y perfecto para empezar a leer aquel libro abierto en un atardecer repleto de rojos  con el mar en calma.
El hombre leía como a ella le gustaría hacerlo, sin prisa, respirando correctamente,  embelesado por el hermoso lenguaje.
Ahora sintió  que él ya no le pertenecía así que en un arranque de celos le arrebató el libro de las manos para seguir ella con una lectura torpe, fea, sin sentimiento.
Su rostro avergonzado enrojeció diluyéndose entre los colores del sol moribundo de aquella tarde de enero.

 

 

2 comentarios:

Isabel Martínez Barquero dijo...

Y es que una buena lectura nos absorbe hasta hacernos olvidarnos de todo y de todos.
Me agrada volver a leerte.
Un abrazo.

bambu222 dijo...

Hola Isabel, aquella tarde tuvo algo especial,la lectura era la perfecta para un cielo muy enrojecido.Abrazo.