martes, 19 de febrero de 2013

Una dama fastidiosa

Hoy una niebla bajísima cubre los edificios, la raya del mar ha desaparecido, todo está envuelto con un velo de misterio; las almas dormidas se resisten a levantarse, tal es el estado melancólico que como una epidemia ha traído la sigilosa dama a la ciudad.
María nota como sus músculos se resisten a despertar, apenas puede moverse, necesita el agua tibia que la espabile mientras la nube implacable cubre totalmente su terraza desdibujando el contorno de las hojas, de las flores, del ala del pájaro que se refugia en los huecos de la fachada, tampoco se atreve a salir la lagartija adicta al sol; sólo las luces borrosas de los coches ponen un punto de luz sobre el asfalto humedecido; y ella, estirándose despacio en la cama empieza a pensar si no se estará muriendo, que esa humedad cruel no deja de fastidiarla, que marzo debería adelantarse porque la primavera siempre la salvó de caer dentro de un túnel de desesperanza.
 
Niebla
Ana Peters
1998
óleo sobre lienzo