Su grandeza quedó
oculta tras las ramas desnudas. Se oía el canto extraño de un pájaro
desconocido, invisible a sus ojos. Ya tiraron sus hojas esos árboles que
seguramente en primavera renacerían milagrosamente; mientras tanto, su altura
los convertía en dueños de aquel paisaje vestido todavía de invierno, aunque
las delicadas gardenias se mostraban
casi lujuriosas por su color rojo, su sencillez provocativa a pesar de su poca altura
casi rozando el suelo. La nieve, lejos, muestra otro misterio, el del silencio absoluto,
cercano a la muerte, suavizado por un ligero resplandor blanquísimo, azulado,
frío.
Contempló esa tarde la última exhibición de aquellas
nubes suaves y algodonosas. Respiró un
aire tan puro, tan ajeno a su rutina que no sabía si su pecho podría soportarlo. Cerró los ojos. Ahora entendía
porque los viejos eran tan felices en aquel lugar que rozaba el cielo, hoy,
ocupado por una luna rechoncha, atrevida, desafiante ante el azul salpicado de
estrellas, aquellas que en la ciudad nunca se mostraban.
4 comentarios:
Hoy tu mirada me ha llenado de serenidad, quizá la misma que tú experimentaste de ese balcón.
Un beso.
Todos los animales respetan la inteligencia y al hombre cuando no se altera pero yo creo que las fuerzas de la naturaleza también guardan una relacción con eso.
La nieve parece envidia y como es algo muy lejano hay abundancia donde no está el observador.
El amor puede ser constructivo o ser destructivo.
Así es todo lo que está hecho por el hombre. Amor con sentido son las ciencias, las humanidades, y el simple bienestar. Y amor destructivo que si es algo colectivo puede llegar a la miseria y la destrucción.
Isabel, he pasado uno días tranquilos, rodeada de naturaleza; la verdad es que vuelvo como nueva de estos pequeños viajes. Besos.
Dieguku, pues sí, en este caso todo era tan armónico que sería casi imposible cualquier conflicto.
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