



La Virgen de la Luz en el barrio, protegida por un cristal, está siempre rodeada de flores frescas y velas encendidas de colores que a menudo apaga el viento. Un sencillo templete parece protegerla de ataques callejeros aunque inexplicablemente parece ser que ningún transeúnte le roba nunca nada. Será que esos angelotes custodios cumplen bien con su deber o que la gente la respeta por el atrevimiento y la constancia de estar siempre en la calle, expuesta a todas las miradas.