Quica Valls

La dulce amapola de un rojo intenso, no acorde son su frágil naturaleza, de hojas delicadas que casi se desprenden con solo rozarlas y amenazada según hombres expertos, resiste en la montaña ajena a su poder de seducción; todos querrían tocarla, arrancarla para un lucimiento efímero, destinarla a pócimas para niños que conducen a bellos y tranquilos sueños. En su puesto de vigía resiste el paso del tiempo. El peligro ha tejido una coraza para preservarla del ataque mortal de los destructores guerreros negros.