en Cabo de
Gata

Aún conservo mi tono dorado, mi ligereza mecida o a veces, arrastrada por el persistente viento; el escarabajo sigue paseándose por mi seno; la pita, la palmera, el palmito, la chumbera y alguna flor casi inmortal resisten el cerco lento y sigiloso de los hombres que de vez en cuando, mirando al cielo en tardes de calma, alaban la belleza de las nubes que me dan sombra; entonces, lloran arrepentidos de su crimen.