camisa
tinta sobre papel
1924,1925
José de Togores

Paseaba nervioso por la estancia de losas de colores; nada le inspiró aquella tarde de verano; el ventilador no aliviaba el calor asfixiante. La inquietud de saberse seco le provocaba un enorme desasosiego. Pasó más o menos una hora cuando el rayo de sol empolvado desapareció de la pared de cal. La puerta se abrió con pereza. Ella se dejó ver. Esta vez sí se despojó lentamente de su ropa, una a una caían las prendas un tanto ajadas al suelo. Él la miró con ojos asombrados, perplejo y nervioso al descubrir aquel cuerpo totalmente picassiano atravesado de líneas rectas rotas, torcidas.
Cogió el pincel con delicadeza mojándolo con cuidado en la pintura bermellón reseca y polvorienta. Esbozó con soltura en el lienzo ese cuerpo nuevo mientras una lágrima salada resbaló por su rostro compasivo.