1976
Rafael Solbes y
Manuel Valdés

El cristal reflejaba lo que ocurría en la calle. Detrás, sujetadores, bragas, pijamas, carteles de las últimas ofertas, corsés, medias, saltos de cama.
Pasaba él delgado como un junco, vestido entero de celeste angelical, incluso limpio. Se paró en seco. Como atraído por un potente imán sus ojos enfocaron hacia tanta ropa interior expuesta con descaro. Su expresión fría cambió hacia un gesto malhumorado y enrojecido. Alzó los brazos, cerró los puños, colocó las piernas en posición angular y mirando desafiante al escaparate empezó a golpear al aire imitando los movimiento rítmicos y acompasados de los boxeadores; ahora su mirada se diría que había entrado en estado de trance; mientras, una señora cruzaba de acera, por si acaso; junto a él, un hombre chino acompañado de dos niños le miraba con curiosidad y extrañeza.
Pasaba él delgado como un junco, vestido entero de celeste angelical, incluso limpio. Se paró en seco. Como atraído por un potente imán sus ojos enfocaron hacia tanta ropa interior expuesta con descaro. Su expresión fría cambió hacia un gesto malhumorado y enrojecido. Alzó los brazos, cerró los puños, colocó las piernas en posición angular y mirando desafiante al escaparate empezó a golpear al aire imitando los movimiento rítmicos y acompasados de los boxeadores; ahora su mirada se diría que había entrado en estado de trance; mientras, una señora cruzaba de acera, por si acaso; junto a él, un hombre chino acompañado de dos niños le miraba con curiosidad y extrañeza.