sábado, 26 de noviembre de 2011

Frío

Llanto y sangre

Miguel Rodriguez
Acosta

2000

óleo sobre lienzo


El niño abre los ojos, se despìerta al oír gritos, golpes, llanto. En ese cuarto hacía demasiado frío. Se levanta. Va hacia el pasillo, lentamente, con el corazón a punto de saltar de su pecho. Nota ese helor húmedo que siempre está presente en la casa demasiado grande. Con cuidado, mira como un haz de luz sale de la puerta siempre cerrada que ahora se mueve, se abre con fuerza. Un golpe seco silencia el grito de la sombra gigante de ese cuerpo que corre y se hace más pequeño, tanto, que cuando el niño entró valientemente en la habitación no tiene a quien enfrentarse.
Ahora, él había desaparecido, solo quedaba un charco de sangre y barro en el suelo. El frío ya no era tan intenso. Una nube de aire tibio envolvió el abrazo tímido a la mujer que ahora le sonreía con labios temblorosos.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Golpes

Wassily Kandinsky


Pequeñas alegrías

1913

óleo sobre lienzo


The Solomon
R.Guggenheim Museum
Nueva York






Desconoce porqué el color un día se le presentó provocándola para que lo moldeara, amasara y jugara con su textura materializada en una pasta a veces pegajosa, deslumbrante, cegadora, quemando el verde de sus ojos que entonces se tornaban más verdes y limpios. No tenían entonces ningún valor las monedas ni los actos sociales donde muchos se pavoneaban de su destreza, donde había que estar para darse a conocer. Cuando el zarpazo a su vanidad se presentó un día sin avisar comprendió el valor de lo efímero del momento de su inspiración mucho más rico que todos los elogios.

sábado, 12 de noviembre de 2011

La reina

Palacio da Pena



Sintra



Portugal
Se mueve sigilosa entre el olor a naftalina, sofás ajados, maderas humedecidas. Una pátina blanquecina cubre muebles y cristales en todas las estancias. Dos Budas femeninas se sientan obscenas en el salón árabe atiborrado de objetos inútiles. Su dormitorio muy adornado de jarroncitos, flores secas, sillones minúsculos y una cama como de niña donde nunca cabrían dos cuerpos parece abandonado. Se asoma por una diminuta ventana al bosque poblado de inmensos árboles, estanques y huecos en su sombra por donde se cuela la luz de vez en cuando. Ella mira melancólica queriendo bajar la larga escalera de caracol repleta de obstáculos para alcanzar la puerta de salida.
Dicen que hay tardes que se pasea por la terraza de vistas infinitas para imaginar que hay algo más allá de su jaula de oro.