Pocas veces están hechos tus ojos de cobre. A menudo, se
transforman en hierro negro pegado a tu piel. Entonces, cuando te vas, expulso lágrimas retenidas, furtivas, para que no las
veas. No sufras por mí. Quizá mi llanto
sea sólo el orgullo de mi derrota frente a tu victoria.
El estanque de lágrimas
1968
aguada
Salvador Dalí
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