Nos sorprendió la lluvia. La luz se volvió más grisácea como
si intercambiara el gris del asfalto con su resplandor tan blanco; así, éste se
convirtió en el espejo donde se miraban de reojo los madrugadores, sus
pisadas se desdoblaban, sus sombras se hacían más estilizadas. El gato
que maullaba como un bebé ha desaparecido. Puede ser que alguien lo haya
acogido en su regazo y no tenga ya que acercarse a la farola para recibir calor
ni despertar las conciencias por un abandono tan evidente.
Se ha refrescado la losa roja de la terraza. Se limpió el
polvo africano. Las flores parecen agradecer la delicadeza con que cae el agua y
tiemblan sin pudor. Sobre el muro, sacude las alas el pájaro ocupa.El mar, a lo lejos, tiene ya el color del frío contrastando con el matiz rojizo de algún edificio que nos recuerda a las casas africanas.
Esta lluvia tan esperada empieza a llevarse la melancolía.
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