Miquel Barceló
1990
técnica mixta sobre
tela

Rezaba en el hospital rodeado de estampas amarillentas de vírgenes y ángeles anhelando seguir con vida. Ese toro le había mirado con nobleza mientras una lengua babeante colgaba en su hermoso morro; cuando el maestro le miró le asestó una cornada casi mortal impidiendo que el torero clavara su espada en el lomo. Soportó banderillas y casi bebió su propia sangre agobiado por el intenso calor de las cinco. Alguna gloria proporcionó a su verdugo cuando éste se acercaba agitando un trapo rojo. Gritos, chillidos, palmas, olés, comida y vino rompían el silencio y el respeto que debería acompañar a la muerte.
Miró los puntos, la herida seca, la botella de suero y aspiró el olor a alcohol que impregnaba la habitación sin olvidar nunca la mirada de ese toro inclemente.