miércoles, 2 de marzo de 2011

La tierra protectora

Un día notó como su cuerpo estaba suspendido en el aire, tan etéreo, tan vulnerable, que casi podía ver como sus brazos, sus piernas, su tronco y sobre todo su cabeza podría escaparse de un momento a otro de su eje rodando por el suelo, convirtiéndose en trozos pequeñísimos de porcelana cortante. Ni un hilo se le ofreció como posible salvación de su desequilibrio. Alguna mano intentó reparar tanto desajuste consiguiendo mantener en esa posición tan incómoda su ya maltrecho armazón.
Cuando la mañana se dejó ver con un sol espléndido tomó la determinación de apoyar los dos pies, primero de manera vertical y luego de forma horizontal posando sus plantas en la tierra roja, percibiendo la energía vital que ella desprendía como único refugio posible.



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